Liliana Bodoc
“Cuando San Pedro viajó en tren.” (Versión acortada para su narración)
Todo estaba listo
para que el tren iniciara el largo viaje. Las vías respiraron hondo, la
locomotora bufó como un caballo de carrera que quiere ganarle al viento, el
maquinista se acomodó la gorra de maquinista. Algunos pasajeros sonrieron.
Otros ocultaron sus lágrimas de las manos que decían “Adiós”, “Hasta pronto”,
“No te olvides de mí”, “Voy a volver cuando el trigo madure”. El silbato habló
su idioma y el tren partió…
Nicanor tenía nueve
años. Y ese era su primer viaje. Ofelia, su mamá, tenía ojos oscuros, un
vestido claro con flores. Y ese era su primer viaje. Ofelia nació, creció. Y
cuando llegó a ser una hermosa joven de ojos oscuros, estuvo en aquella fiesta
de casamiento. Todos bailaron hasta el amanecer y para que el pueblo siguiera
bailando, el amanecer se demoró en llegar. Después, nació Nicanor. Y la vida,
en el pequeño pueblo, siguió su curso.
El pueblo se
llamaba San Pedro. Un lugar pequeño y enorme al mismo tiempo. Pocas casas y
muchos árboles. Pocas calles y muchos arroyos. Pocos autos y muchos, pero
muchos pájaros.
Cuando Nicanor
estaba por cumplir nueve años, San Pedro estaba por cumplir ciento diez. Un
pueblo de ciento diez años cansado de pelear contra la dentadura de la gran
ciudad, que le comía las orillas. Y le arrancaba pedazos enteros de tierra
sembrada y florecida.
San Pedro se cansó.
Entonces, sus hombres y sus mujeres tuvieron que partir a buscar suerte en
otros sitios. Eso fue lo que hizo el padre de Nicanor, el esposo de Ofelia. Un
hombre joven y fuerte que viajó a la ciudad de los grandes dientes. Llegó,
encontró trabajo. Y enseguida quiso que Ofelia y Nicanor estuvieran a su lado.
Por eso, ellos tomaron el tren que se alejaba de San Pedro.
Ofelia abrió la
canasta en la que traía algunos alimentos para el viaje.
-Vamos a comer y
vamos a dormir –dijo-. Porque el viaje es largo.
Nicanor la escuchó
y entendió lo que su mamá que ría decir: “Vamos a comer y vamos a dormir porque
el viaje es triste”. O dicho en otras palabras: ”No debemos llorar”.
Era de noche cuando
Nicanor abrió los ojos. El tren corría con el cielo a los costados. Miró a la
derecha… su mamá dormía con las manos cruzadas obre los pliegues del vestido
claro con flores celestes. Miró a la izquierda… Un señor con anteojos, sentado
al otro lado del pasillo, dormía también. Nicanor se arrodilló sobre el asiento
para ver hacia atrás. Todos los pasajeros que podía ver desde su sitio estaban
durmiendo. ¿Sería que a todos los apenaba dejar San Pedro?
Un tren es un túnel que
avanza. Un tren es un dibujo que se pierde hacia el fondo de la hoja. Un tren
es siempre un misterio. Por eso Nicanor decidió recorrerlo.
Finalmente llegó a la
locomotora, el lugar prohibido para los pasajeros. Cuando el guarda le preguntó
que hacía ahí, Nicanor explicó que se estaba alejando de San Pedro, que su
madre estaba durmiendo para no llorar. Ah… Ah….! El guarda acababa de entenderlo
todo. Con razón el tren pesa demasiado y avanza lento - dijo. Y agregó- A
veces viajan personas como vos y tu madre que llevan su pueblo entero como
equipaje, y aunque el tren es fuerte no puede cargar con un río, campos
sembrados, amaneceres, un sol y un cielo. Porque las personas como ustedes
llevan hasta el cielo de su pueblo.
Aquel hombre
tenía razón y pensó pedir disculpas por llevar tantas cosas en un tren. Antes
el guarda le explicó, cada vez que vengas de visita te vas a ir llevando
menos cosas, un día dejan el amanecer, otro el rio o el sol, hasta que con el
tiempo solo llevan la ropa de sus valijas. Nicanor supo que en esta ocasión el
guarda se equivocaba.
Los años y los trenes
siguieron pasando… y ahora Nicanor y su nieto eran los pasajeros del tren. Todo
estaba listo para la partida "Adiós" "Voy a volver cuando el
trigo madure"
El silbato hablo su idioma
y el tren partió. Muchas
veces Nicanor y su nieto hicieron ese viaje ida y vuelta a San Pedro. Los guardas protestaban siempre al verlos subir,
porque entonces el tren se ponía pesado y avanzaba lento. Es que Nicanor siempre se llevó consigo el pueblo
entero. Con río, campos, amaneceres. Con
cielo y todo.
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